Recibir el escudo diferenciaba a la Villa de Nuestra Señora de la Candelaria de otras poblaciones ya fundadas; si se vale decirlo, este equivalía a la huella del piecito o al pulgar en el registro civil. Con él se reafirmaba la identidad única de este lugar. Este dibujo está inspirado en la Real Cédula de 1678, expedida en Madrid por el rey Carlos II.